jueves, 30 de diciembre de 2010

LAS SOMBRAS QUE ENVUELVEN



RABIA
2009. Dir. Sebastián Cordero.



Basada en una novela del argentino Sergio Bizzio acerca de un hombre que comete un asesinato y se esconde en la inmensa mansión donde trabaja su novia como sirvienta, sin que ella lo sepa, Rabia es una película acerca de las prisiones que nosotros mismos nos formamos intentando escapar de ellas. José María (un gigantesco y meritorio Gustavo Sánchez Parra
quien llega hasta cambiar físicamente entre inicio y final de película) primero golpea a los tipos de un taller que habían insultado a su novia Rosa (Martina García);
luego, mata al capataz de la construcción donde trabaja como albañil cuando éste lanza una frase injuriosa hacia la muchacha. Apenas acababa de conocer la casona donde trabajaba ella y aprovecha su ausencia para introducirse y comenzar a escapar de la justicia escondiéndose en un desván y vagando como alma en pena durante los tiempos muertos para sobrevivir. Así pasan los días, luego semanas y meses. Todavía alcanza a matar al hijo de la familia, un tipo pusilánime que había violado a Rosa haciéndolo pasar como accidente. Rosa, embarazada, recibe llamadas de José María, sin saber que usa la segunda línea de la casa, desde dentro.

Rabia
habla de los celos que desatan la furia interna. Estos celos equivalen a una mimesis del sentido del honor. Igualmente es un amor enceguecido que lleva al hombre a extremos que naturalmente no se encuentran a flor de piel. Por otro lado, el escondite ideal sería aquel que te permitiera estar lejos y próximo a la misma vez. Un desván que separa la cercanía física pero que deja escuchar, ofrece la alternativa para ver, incrementa la impotencia ante la soledad o la indefensión del ser amado. No obstante, da lugar a la justicia, ya sea como verdugo de criminales o teniendo la oportunidad de conocer al fruto del amor antes de expirar.

Uno ve la película para darse cuenta que Cordero era el realizador adecuado para ella. Su primera cinta “Ratas, ratones, rateros” filmada en su Ecuador natal (1999)
era acerca de los delincuentes jovencitos que perdían lo poco que le daba sentido a sus existencias debido a motivos poco importantes; la segunda cinta “Crónicas” (2004)
era acerca de la justicia cuando se culpaba a un inocente de cometer crímenes perversos, aunque podía informar acerca del verdadero monstruo (un violador y asesino de niños). Ahora tenemos la confluencia de temáticas aunque con mayor fineza y un esquematismo eficaz. Está el tema de la justicia, del honor, pero en esta ocasión se enfatiza en el amor como detonante de hechos extremos que no tendrán otra alternativa que un final de redención, pero con muerte obligada.

La cinta utiliza la canción peruana “Sombras” en la voz de Julio Jaramillo, ecuatoriano, primero, para luego dar paso a la voz ya cascada de Chavela Vargas como correlato musical (“Cuando tú te hayas ido me envolverán las sombras… Te buscarán mis brazos, te buscará mi boca…”) para ilustrar metafóricamente esa soledad, esos sentimientos oscuros de cada integrante de la pareja. De esa imagen primera donde la pareja yace desnuda en una “pequeña alcoba” (como dice la canción) hasta el magistral final cuando un largo recorrido visual viaja desde el piso alto hasta la parte exterior de la casona que ahora significa despedida, muerte, liberación, hemos sido testigos de esa creación de sombras alrededor del desesperanzado y amoroso personaje hasta el momento de su desaparición...